Vivir con la nostalgia entre los dientes, forjarla como arma para empuñarla, ser un cartógrafo de la melancolía, de la evocación continua de lo que pudo ser. Trazar mapas de ausencias, dibujar murales de anhelos, tararear canciones de tristezas conjugadas, abrir grietas por donde se filtre la luz. Escribir un poema, dejar que los versos te rompan la cabeza. Ser el verso y la posibilidad de habitar un libro.
Así se presenta Esta oscura danza de pájaros, libro con el Guillermo Garay (Puebla, 1981) obtuvo el Premio Internacional de Poesía Navachiste 2017, un libro construido de imágenes y música, de poemas que se transforman en historias, en fotografías dinámicas que funcionan en carrusel.
Garay estructura el libro con siete “murales” integrados por cuatro poemas cada uno que crean una atmósfera de melancolía, como si algo en ellos nos hablara de lo que fue y lo que no fue, pero también de lo que pudo haber sido: “La noche no es noche. El silencio tampoco es noche. La noche tampoco es silencio: es un canto de rana y en su voz una dulce cabalgata de unicornios blancos al amanecer”.
En los “murales” el ritmo es tan importante como las imágenes pues nos coloca frente al centro de éstas: el anhelo por la figura femenina: “la mujer mira al horizonte y en su ojos hay tempestades”, “Dentro del agua, al fondo, una muñeca de Alicia flota: baila”, “Una mujer alada surca el jardín. Ella también es jardín”, “Ella quietud, destello de la hermosa noche zafiro”.
El poemario es una constante búsqueda de luz, de sentirse bien y apreciar los momentos que fueron, abrazarlos con el recuerdo y el fuego porque, como Garay lo dice, el mejor poema es la ceniza: “haré de la ilusión un ave incendio capaz de atizar tu infiernos”.
Esa búsqueda parte de la enunciación poética, al dotarle a la palabra “garras”, “picos”, “ánima combativa”. En “Crimen de cuervos”, por ejemplo, se lee: “las palabras son el sueño oscuro de Platón / son urracas enfermas / kamikazes / las palabras son un crimen de cuervos / y a veces / también / las llamamos poesía”.
A lo largo de la lectura nos aproximamos a todo aquello que conforma la voz que versa. Encontramos, por ejemplo, la música, el cine, los objetos, los viajes, elementos que conjugados construyen un discurso a veces frenético, a veces pausado, que abreva en la aliteración como forma de hacer fluir el poema: “La lluvia vio partir a los héroes. Ciudad en búsqueda de paz, ciudad esclava de ciudades”.
Esta oscura danza de pájaros, cartografía de posibilidades, es un libro que se mueve (que vuela) entre la narración y el verso, entre la palabra que es búsqueda y potencia de movimiento, “una frase robada para vencer el muro” que sabe que “los héroes no volverán, serán intérpretes de lo imposible”.