IRAPUATO, MÉXICO.- Un pequeño bache en la carretera provocó el brinco brusco que despertó a algunos de los casi 100 centroamericanos que pidieron “aventón” en la caja de un tráiler en su camino hacia Estados Unidos.
Adormilado y deslumbrado por la luz que ingresaba por una de las dos puertas, un hombre de aproximadamente 60 años pregunta a su compañero, ¿cuánto falta para llegar a Guanajuato?
Y es que el calor generado por el sol de mediodía y los más de 100 cuerpos aglutinados en la larga caja de madera y aluminio, se reflejan en los cabellos húmedos y los bostezos de hondureños, salvadoreños y guatemaltecos.
A ello se suma el aroma de la misma caja del tráiler y el sudor acumulado de los migrantes, todos varones, quienes han tenido que caminar durante semanas como parte de la caravana.
El sonido del motor se percibe más fuerte cuando todos van callados, dormitando o con la mirada fija a la zona de luz que permite la entrada de oxígeno.
Cuando tenía 36 años, Mario Fuentes, ahora de 41, mantuvo un romance con la novia de un “mara”, no lo supo en un principio, pues de haberlo hecho jamás se hubiera metido con ella, asegura.
Aunque una vez descubierto pudo aclarar la situación por la amistad que su hermano sostenía con el integrante de agrupación delictiva, su local de comidas fue incendiado.
Las cosas se habían calmado hasta que el hermano de Mario tuvo un conflicto con su amigo de “la mara” y los viejos rencores reaparecieron.
“Fueron a buscar a mi mamá, le dijeron que me tenía que andar con cuidado o íbamos a amanecer quemados”, comenta con timidez ante el silencio de sus compañeros.
“Mi mamá no tiene la culpa y para que no le hagan nada me quería salir, y ya esto fue una oportunidad”, dijo el salvadoreño.
“México es bonito, pero hay que llegar a Estados Unidos”, dijo Wilber Villalobos, quien también se anima a hablar tras levantarse para estirar y sacudir las piernas.
En su opinión, “los maras” no son el problema, sino las autoridades corruptas y la policía que se deja sobornar ante cualquier situación en El Salvador.
“De ellos sí te tienes que cuidar”, comentó el hombre que ya había intentado cruzar la frontera de Estados Unidos hace 10 años, pero fue deportado.
“Ahora es diferente, tienen que abrir la frontera, la abren el 15 de diciembre, eso me han dicho”, confió al acariciar la barba que no ha podido rasurar desde hace unas semanas y que cubre su rostro, además de llevar una gorra que le regaló un partido político mexicano.
El tráiler se frena y se abren ambas puertas: “Hasta aquí llegamos”, dice el chofer, por lo que el pequeño grupo de la segunda caravana migrante tendrá que seguir a pie hasta obtener un nuevo raite.