Hace tres años decidí explorar el género de opinión y titulé este espacio como “No es ficción, es estadística”. No es propiamente una columna porque carece de disciplina en las entregas, pero siempre se ha ceñido a dos particularidades:
- Datos duros para sostener el desarrollo del texto.
- Revisar y confirmar cada una de mis fuentes con la misma dedicación con la que cuido mi cartera cada vez que asisto a cubrir un mitin político.
Pero en esta ocasión prometí relajar la historia inicial porque no hay otra forma de contarla: un chisme, aunque se cuente con pulcritud, nunca dejará de ser un conjunto de enredos que se consume en un penoso absurdo. Eso sí, con consecuencias que consideré de peso para hacer algunas reflexiones.
I
Meses atrás recibí la bien intencionada invitación de incorporarme a un grupo de Whatsapp de reporteras creado con el fin de divulgar protocolos que abonaran a la seguridad y protección del quehacer periodístico. Me pareció una iniciativa estupenda.
Accedí.
Fue un mal momento porque el whatsapeo se implantó como sistema de comunicación para difundir información gubernamental, política, laboral, de amigos, familiares, ex compañeros de escuela y un largo etcétera que propició que leyera los mensajes sólo al final del día o después de un tiempo prolongado.
Pasaron los meses y no sentí afinidad por los pensamientos que ahí se vertían. Salí del grupo y me despedí de algunas colegas con las que me cruzado en estos 23 años de ejercicio periodístico, así como de otras más que no conozco por su reciente incorporación a este oficio.
II
El 18 de octubre Yussel Dardón, quién desde hace nueve años ha trabajado en distintas redacciones como corrector, editor y hoy es director de leviatan.mx, y con quien estoy casada desde hace cuatro años, divulgó en su cuenta de Twitter lo siguiente:
Recién leí un chat de reporteros donde exponen las teorías de conspiración más raras del mundo en torno a la comunicación institucional de un ayuntamiento. El reptiliano de YouTube se queda corto. Y dicen que el periodismo y la ficción están divorciados.
— Yussel Dardón (@ydardon) 18 de octubre de 2018
Hasta aquí el “incendiario” trino.
Sarcástico como es él, Yussel resumió en un tuit ideas de una conversación en un chat entre amigos que comentaban las últimas columnas que se publicaban en torno a las nuevas políticas de comunicación social de la reciente administración municipal de Puebla. Catorce favs y dos retuits (uno de ellos mío). ¿Se les hace raro que alguien en este momento opine sobre el tema?
¡Pues sí! A un par de colegas no sólo les pareció raro sino sospechoso que alguien hiciera referencia a un chat donde se expusieran “teorías de conspiración”.
Seis días después, el 24 de octubre, una compañera reportera compartió una captura de pantalla del tuit de Yussel Dardón en el chat de “Mujeres Periodistas” del cual salí y no supe en qué momento volví a ser incorporada.
Casi al final del día revisé algunos mensajes y con sorpresa leí una serie de burlas, insultos y acusaciones sobre aquél “infiltrado” (sic) que “sin ética y traicionando a la profesión periodística” (¿?) se encargó de opinar sobre la comunicación social de un ayuntamiento.
Aunque usted no lo crea las reporteras se apresuraron a concluir, con base en un tuit, que el mensaje hacía referencia a su chat y que quien esto escribe le habría filtrado aquellas sesudas conversaciones en un grupo “privado” donde hay más de 50 participantes.
Por supuesto aclaré que aquél “infiltrado” (sic) era mi esposo, que su tuit atendía a ideas particulares y ajenas a ese chat de mujeres reporteras. También expresé mi preocupación por hacer de un rumor una acusación de complot hacia el gremio violando el principio de confirmar (por lo menos una vez) la versión del dicho.
Y aunque usted no lo crea, de ese chat donde la idea original es (o se pretende) reforzar esquemas de seguridad en el ejercicio reporteril, salieron múltiples amenazas, ofensas y hasta un “pues la confusión es su culpa, porque para qué tuitea”. Esto último en mensajes privados.
III
Hasta aquí todo parece un chisme watsapero, pero el asunto trascendió. El hilo de absurdos llegó al tímpano del periodista Fermín Alejandro García.
Al día siguiente, el periodista de La Jornada de Oriente, a quien le tengo un gran respeto y admiración, publicó en su columna “Cuitlatlan” lo siguiente: “…en redes sociales empieza a circular una campaña de acusar a los reporteros de “boicotear” el gobierno de Claudia Rivera. Se ha identificado que el posible autor de esos mensajes es una persona de apellido Dardón, quien es cercano a Miguel Ángel Andrade, director del Instituto Municipal de Arte y Cultura”.
Escribir una columna no es cualquier cosa, se los afirmó yo que no he podido disciplinarme a escribir con mayor frecuencia un texto de opinión, pero el tiempo y la prisa no es excusa para ignorar el rigor periodístico en cinco renglones y en cada una de las ideas expuestas en un solo párrafo.
- ¿Un tuit es una “campaña”?
- ¿Es lo mismo boicot que conspiración?
- ¿Quién ha identificado a esa “persona de apellido Dardón” como el posible orquestador de la “campaña”.
- Miguel Ángel Andrade, titular del Instituto Municipal de Arte y Cultura, en efecto, se guarda en la estima de Yussel Dardón, pero la última vez que conversaron por no más de diez minutos fue hace tres años (tal vez más).
IV
Aunque el cotilleo watsapero parece cosa menor, es imprescindible hacer algunas reflexiones:
- La Red Rompe el Miedo (RRM), de la organización internacional Artículo 19, registró 143 agresiones contra periodistas en Puebla desde el inicio de la jornada electoral. Los comunicadores nos mantenemos en una coyuntura trascendental para identificar qué es una agresión y qué instrumentos legales tenemos a la mano para la defensa del ejercicio periodístico digno y seguro. Por ello inquieta que frente al cúmulo de agresiones a periodistas exista una parte del gremio –reporteros, columnistas y directores– que contribuye a culpar a otros comunicadores por expresar ideas u opiniones en una red social. Es más, que se encargue de espiar a otros colegas para “evidenciarlos” en espacios de comunicación como aliados o enemigos de un grupo en el poder.
- Una sola comunicadora ha expresado que alguien le contó que “infiltradas” en el grupo de Whatsapp de reporteras realiza capturas de pantalla de sus conversaciones donde expresan alguna opinión sobre el trabajo de la presidenta municipal de Puebla, Claudia Rivera Vivanco, para después ser “vetadas” del Ayuntamiento. No hay nombres ni casos concretos, tampoco hay una idea coherente sobre a quién se entregarían estas supuestas capturas de pantalla.
- Si en estos tiempos de coyuntura existen columnas todos los días que critiquen a la actual administración de Puebla y son firmadas con nombre y apellido, ¿cuál sería la razón para “cazar” a las reporteras por un comentario casual y personal sobre un tema político? En primera instancia porque ninguna postura individual sobre el ayuntamiento de Puebla se ve reflejado en su trabajo periodístico.
- 3) La rumorología trascendió a que un periodista como Fermín Alejandro García reprodujera con malicia un chisme que desencadenó una serie de mensajes de odio para acusar a esta reportera y a Yussel Dardón de “espías” cuando de origen fue el propio escritor quien fue espiado por quienes lanzan la acusación.
Así funcionan los protocolos de seguridad que presume una gran parte del gremio de Puebla. Y es representativo porque si bien menos de una decena de reporteras se volcaron al linchamiento originado por un tuit, las demás sólo contemplaron.
Y como dicen aquí en el rancho: “tanto peca el que mata a la vaca como el que le agarra la pata”.
De este tamaño es el desafío que tenemos enfrente para seguir avanzando en la preparación de periodistas. La luz es poca no sólo porque haga falta incidir con otras acciones para profesionalizar al gremio, sino porque como bien nos alecciona esta anécdota podemos concluir que los años, las posiciones y los cursos no han rendido frutos.
Esto no es ficción, tampoco estadística, es… es lo que hay.