Fotografía: Especial

Pasear cadáveres, pasear la memoria

En COLUMNAS Yussel Dardón

Un país es la suma de sus historias, de sus victorias y fracasos. Los personajes que construyen una nación son los héroes y los disidentes, los vencedores y los vencidos, los parias, los marginales cuya visión ofrece nuevas formas para entender la realidad, o para intentar hacerlo.

Aproximarse al conocimiento a través de la derrota es la labor del escritor, periodista, músico y poeta chino Liao Yiwu (1958), quien estuvo preso por el régimen chino tras escribir el poema “Masacre”, que de una manera siniestra visualizó la matanza en la plaza de Tiananmen en 1989, cuando el gobierno comunista suprimió una protesta en su contra, dejando miles de muertos, heridos y presos; cifras que no se han podido verificar por falta de fuentes, toda vez que se expulsó a la prensa extranjera y se dejó la cobertura de lo sucedido a los medios de comunicación chinos que para ese entonces operaban como instrumento de propaganda.

Y para hablar de cómo se compone un país de altos contrastes —que hasta hace unos años ejemplificaba un milagro económico y que en la actualidad se ve sumido en una crisis cuyos efectos arrastran las fianzas mundiales— Liao Yiwu escribe El paseante de cadáveres. Retratos de la China profunda, cuya edición en español llegó en 2012 de la mano de la editorial Sexto Piso, en su colección “Realidades”.

El libro, un compendio de entrevistas a personajes derrotados —prostitutas, ladrones, traficantes de mujeres, adivinos, encargados de retretes públicos, campesinos, músicos callejeros, pervertidos, monjes, el padre de una víctima de Tiananmen, caníbales, entre otros— dibuja a una China de rostro descompuesto que parece inmersa en una eterna derrota social.

En una de las primeras entrevistas Yiwu habla con un ladrón de cajas fuertes que además es un maestro del escapismo, pues se ha fugado un par de veces, delito que el mismo prisionero califica como “peor que robar”. En una de sus respuestas el bandido dice: “…nadie puede escapar a su destino. Y el mío es éste. Aunque mi cuerpo ha sido libre, mi alma no (…) Como ya sabrás, para hacer cualquier cosa en esta vida se necesita pasión, y yo ya he perdido la pasión para continuar viviendo. ¿A ti aún te queda?”

Liao contesta: “¿A mí? ¡Quién sabe!”

Estas historias de la China profunda son perlas en la oscuridad, una serie de confesiones que van de lo crudo a lo fantástico, tal y como la historia del viejo paseante de cadáveres, un transportador de muertos contratado por las familias para llevar a los difuntos a su lugar de origen, único sitio donde su alma puede descansar. En el trayecto el paseante debe convivir con el muerto como si éste continuara con vida, borrando las fronteras de lo real.

Yiwu, quien no comprende la literatura si no tiene un compromiso con la historia, escribe esta gran crónica a partir de retazos-entrevistas, confesiones sin miramientos que se embellecen por las metáforas de lo cotidiano y el juicio popular.

En una entrevista publicada en ABC, el también autor de Por una canción y mil canciones dijo que en él habita un miedo, “el miedo a enfrentarme a la verdad y contarla, así como el temor a que la gente la olvide”.

El paseante de cadáveres. Retratos de la China profunda, adquiere relevancia no sólo por recuperar historias, sino por ponerlas de manifiesto a través de retratos que se construyen con cada una de las preguntas que formula Yiwu, quien hace las veces de un pintor que da trazos en un cuadro doliente, una pintura que está ahí para que no se olvide, un cuadro que bien pudiera verse mejor en la oscuridad.

Deja un comentario

Your email address will not be published.

*

LO ÚLTIMO DE COLUMNAS

Ir Arriba