La supuesta filtración de la lista de candidatos a las diputaciones federales por el Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en Puebla fue un asomo de la visión política que nos ofrece la alternancia en el estado.
El líder estatal de Morena, Gabriel Biestro, salió a decir a unos cuantos medios de comunicación que fueron convocados a “botepronto” que la lista de candidaturas donde aparecen personajes públicos de amplía polémica es “espuria”. Aunque tuvieron que pasar más de 24 horas para aclararlo, Biestro no ha dejado claro si los supuestos candidatos son falsos o no tienen una postulación “oficial” por ahora. Es decir, la supuesta lista fue un gancho para “medirle el agua a los tamales”.
Pero al margen de la posible postulación de la comunicadora Nayeli Salvatori o el ex legislador Héctor Alonso Granados a una candidatura a diputación federal, Morena nos dio un ejemplo de la forma en que se impone la política “de la esperanza” en la entidad.
Sumar a quien sea para ganar un escaño en la Cámara de Diputados, ¿se vale? “El fin justifica los medios” parece ser el nuevo modus operandi de Morena.
Porque si algo es digno de presunción del partido que lidera Andrés Manuel López Obrador es la suma de sus militantes: perfiles congruentes, educados, estudiados, de convicciones políticas y sociales a prueba de fuego. Ellos qué, ¿no conectan con los millenials? ¿Acaso no tienen atributos que valgan la pena en la política porque no tienen miles de seguidores en Facebook y Twitter?
No, ellos no fueron incluidos en las mediciones de Morena Puebla en sus encuestas porque “no abonan” votos.
Al parecer Morena se terminó mimetizando en sus propios adversarios y comenzó a ser activo importante de la cleptocracia mexicana, aquella a quien ataca en su discurso, pero ejerce en sus procesos internos de selección de candidatos.
Para Morena bien ha valido la pena mandar a medir en las encuestas a una comunicadora como Nayeli Salvatori con una trayectoria pública que algunos llaman polémica y que yo creo es irracional y maliciosa. Al menos a mí no me divierte que Nayeli monte un espectáculo donde humille al aire a una mujer violentada por su esposo. Tampoco me da risa que Nay, como le dicen sus fans, haya celebrado que un restaurante poblano haya prohibido a una comensal amamantar su hijo porque, como dijo, “la chichi es la chichi”, y las mujeres que la exhiben, en ese noble acto primario de la subsistencia, excitan a su marido. La fila de dislates que promueve al frente de un micrófono es interminable, triste y controversial en un estado donde a las mujeres nos están matando.
Por eso creo que al margen de la imagen de los candidatos, la equidad en su participación, la igualdad de oportunidades y el legítimo derecho de cualquier ciudadano (polémico o no) a participar en este proceso, ¿dónde queda la evaluación de buenos cuadros (pensamiento e ideología política) y la sensibilidad para presentar un plan de trabajo y defenderlo en tribuna?
Si los partidos no postulan gente con una formación integral en la política nos están mostrando que lo único que les interesa es el poder absoluto, que lo de menos es un plan que pretenda cambiar para mejorar el entorno. Y en este punto se nutre el desaliento social para no salir a votar.
Un círculo vicioso que recorremos en cada proceso electoral y que propicia que lleguemos tan cansados en cada elección como para que nuestro ánimo se centre en defender “lo que hay”, no lo que merecemos.
Eso sí, la posible o caída candidatura de Salvatori o Héctor Alonso Granados (ambos con trayectorias de poca monta) es sólo una broma de mal gusto comparada con la desfachatez de convertir al ex prófugo líder minero, Napoleón Gómez Urrutia, en senador. Sí, este ícono de la corrupción mexicana se encuentra en la sexta posición de plurinominales al Senado, también por Morena.
Ya sabe usted, dice su líder, que hay que sumar y perdonar. O al revés.
Es fundamental que la postulación de candidatos se analice de forma casuística porque cada uno tiene atributos y debilidades que no son lo mismo en los demás. Morena comenzó a sumar con las porras milenialls pero a perder con el desencanto de los propios fundadores y miembros de ese partido que alguna vez se creyeron el cuento de que en la política podría haber esperanza con “ya sabes quién”.