PUEBLA, MÉXICO.- Fernanda Melchor, una de las escritoras mexicanas más importantes en la actualidad, cuya obra ha ido consolidándose y ganando espacio no sólo en editoriales importantes sino en el gusto de los lectores, charla con Óscar Alarcón sobre Temporada de huracanes (Literatura Random House, 2017), segunda novela de esta autora cuya obra es calificada por el escritor y editor Martín Solares como “un viaje nocturno a las profundidades del alma humana con el estilo más radical de su generación”.
–Como lector transitamos por Temporada de Huracanes y se nota que es una polifonía, es la voz popular, ¿qué tanto nos nutrimos de estas voces?
–Bueno, ya sabes que Rulfo es un referente. Para llegar al narrador de esa novela pienso en Se está haciendo tarde de José Agustín, que me gustó muchísimo. Que tiene este narrador que anda viendo todo pero al mismo tiempo entra en cada personaje, en unos más que en otros.
(…) Pienso también en Armando Ramírez, en Noche de Califas, las crónicas de Tepito, que también están contadas como un chisme. De hecho, Chin Chin el teporocho es una confesión: es este chavo que encuentra al teporocho y le empieza a contar su historia. Y Noche de Califas es la historia de un chavo que se vuelve periodista pero antes se juntaba mucho con unos chichifos, con unos padrotes, y es la historia que él cuenta. Está contándotela. Siempre son tonos muy confesionales. Y creo que la literatura mexicana abreva muchísimo.
(…) Me interesaba sobre todo jugar con esa forma, ver cuáles son las estrategias que usa el chisme para mantener el interés de los lectores y emplearlo de una forma distinta. Obviamente no es lo mismo. La novela es algo que se alarga por muchísimas páginas. Y un chisme sería imposible de contar.
–No quise utilizar la palabra “chisme” porque generalmente se usa en tono despectivo, no podría decir “tu novela es un chisme” pero tu novela se vale del recurso del chisme.
–Sí, se vale de estos recursos. Digamos que las formas verbales de conversación también lo utilizan. Son variadas. Se trata de involucrar al lector a través de la emoción y de la dosificación de la tensión para crear en él la sensación de que te lo están contando. Tú te involucras emocionalmente, aunque no te ocurre a ti, te involucras por la forma en la que te lo cuentan por la tensión.
Creo que una novela que está bien escrita, tiene esta forma. Igual y aquí el uso del habla popular es la que lo acentúa más.
–Y en la escritura no puede tener fallas de estructura, que en el chisme sí se pueden cambiar.
–Son distintos. Cuando tú platicas algo es distinto: tienes cacofonías, interrumpes la narración, haces digresiones, haces flash backs para contar antecedentes. Es usar esas estrategias pero de una forma menos espontánea, como el chisme. Aunque si te pones a pensar, el chisme no es para nada espontáneo. Quien sabe contar una buena historia, ya la contó muchas veces y ya sabe en dónde detenerse, qué puntos explotar, ya sabe qué debe de contar con un estilo de diálogo indirecto.
–¿Por qué es importante contar una novela como Temporada de Huracanes cuando ya nos dijiste que no se trata de una novela de misterio sino de la vida cotidiana?
–Yo quería jugar. Había leído muchos cuentos de hadas, y quería jugar con las estrategias de los cuentos de hadas. En el fondo quería reflexionar en el feminicidio y en cómo muchas veces este tipo de crímenes se recubren, y se dice “¿por qué la mataron? ¡Ah! Porque andaba sola, vestida de tal manera, porque tomaba, estaba loca, le gustaba la mala vida”, entonces al final de cuentas son mitologías que la gente se inventa pero no sabemos qué es lo que desencadena un crimen.
En este caso quería reflexionar sobre qué hay más allá del “la mató porque le estaba haciendo brujería”. Y si sí, qué significa para las personas. Pero no estoy muy segura de que cuando pienso en escribir una novela diga: “ah esta novela va a reflexionar sobre este tema”, en realidad pienso en términos de personajes. Antes de pensar en “voy a hacer una historia de un feminicidio”, pienso en “quiero hacer una historia que matan… ¿por qué? Se irá descubriendo poco a poco”.
–¿Por qué matan a las mujeres en México?
–Hay muchos factores: la violencia machista en general. La gente piensa en el término “feminicidio” y conozco mucha gente que ha dicho “ese término está mal y no debería existir porque cada vez que maten a una mujer es un feminicidio”. La cuestión del feminicidio es cuando te matan por el hecho de ser mujer, cuando te matan porque creen que eres propiedad de alguien. O que alguien piense que matarte no va a tener gran consecuencia. Que es lo que sucede en el estudio del acoso sexual en el Metro: 90% de las personas tienen trabajo, tienen pareja y lo hacen conscientemente –no estaban ni borrachos ni drogados– porque saben que no les va a pasar nada.
Todo el tiempo hay momentos de misoginia. Las mismas mujeres a veces no están contentas de ser mujeres. Sienten que hay una condición de inferioridad por el hecho de ser mujeres. Muchas lo sienten y deben de rebelarse. Viven una vida al margen de la sociedad porque no empatan con el estereotipo de ser mujeres. Era algo que me interesaba hablar en la novela. No me interesaba tanto reflejar una realidad sino ponerlo en escena, dramáticamente, qué sale de eso.
–Y en Temporada de Huracanes se mencionan los asesinatos de los travestis, que si bien los feminicidios a veces se ocultan, los asesinatos de los travestis son más oscuros.
–Creo que todavía es peor. Los transexuales femeninos son mujeres porque lo eligen. Es peor. Creo que un macho bruto dice “son mujeres, son inferiores. Los hombres somos los chingones pero el transexual es peor: porque lo elige, quiere ser mujer, debe de haber algo peor en él”, quizá por eso mucha gente piense que por eso merece un trato peor incluso que las mujeres.
Creo que toda fobia es una especie de filia oculta. Las personas que son intensamente homofóbicas es porque le temen a sus propios impulsos sexuales, y les angustian tanto que la única manera de resolverlos es siendo violentos con las personas homosexuales.
–Regresando a Temporada de huracanes, me llama mucho la atención que comienza con el descubrimiento de un cadáver por un grupo de chicos, ¿qué ocurre con la niñez y la muerte? Quizá esos dos conceptos no están tan relacionados cotidianamente, pero hay personas que señalan que encontrarse con un cadáver por primera vez es cuando se acaba tu infancia.
–¡Órale! No lo había pensado así. Quería que la novela empezara con una escena fuerte. Es una escena en donde unos niños están jugando y de repente se topan con un cadáver y además les sonríe. Creo que era un poco jugar con eso: marcar el final de la inocencia empezando la novela.
Ser descubierto por niños es algo inocente. Hay una especie de rito. Hay algo que sucede al inicio. No sé ni cómo surgió. Es de las primeras cosas que aparecieron en la novela. Siempre había unos niños descubriendo. Al principio no era el cadáver de la Bruja, era otro personaje, creo que era Luismi durmiendo la mona en un coche abandonado. Pero quería que empezara con esa imagen de los niños. Fue como una intuición. De esas cosas que tú decides hacer que son calculado y que sientes que es lo correcto.
Si te fijas la novela tiene una especie de simetría. Generalmente en cualquier novela negra o policíaca, si hay un descubrimiento de un cuerpo, sabes que se trata de descubrir quién lo mató, quién es el culpable. En Temporada… las pistas están desde el principio. Tampoco importan mucho. Te dicen cómo fue. Lo que importa es de qué manera el entorno propicia todo esto. Si te fijas, todo el pueblo es quien la mató: la misma dinámica, las fuerzas y los afectos que hay en este pueblo –encarnados en los personajes– son los que ocasionan el asesinato.
Como yo sabía que no era una novela que iba a ir del punto A al punto B, quería que fuera una novela que fuese hacia adentro de los motivos del crimen, profundizando. Si te fijas cada capítulo es una especie de vuelta, de espiral que se va concentrando hasta volver a salir. Finalmente los últimos capítulos son generales. Tenían que existir porque los primeros van entrando y tenía que salir. Pude quedarme adentro.
–¿La homosexualidad es un tema que te llama la atención? Aparece en Falsa Liebre (Almadía, 2013) y aparece aquí.
–Nunca me ha interesado hablar de la homosexualidad. Todos somos gay en parte. Todos somos bisexuales para poder sentir afecto por todos, y de alguna manera nuestro desarrollo nos encamina hacia una o varias de las aristas que existen de la sexualidad.
Creo que a veces la homosexualidad es una metáfora de lo prohibido de una sociedad. Si los personajes no vivieran en una sociedad que sanciona lo gay, muy probablemente tendrían otra transgresión. Lo manejo así porque hablo del amor prohibido en general. Si yo tuviera otro escenario, si hubiese escrito una novela de amor en los campos cañeros del siglo XVII seguramente hubiera pensado en el amor entre una hacendada que se enamora de un esclavo negro.
El tema del amor prohibido me parece muy padre porque manejas las cosas entre la atracción irresistible y la contención de la moral. Es padrísimo jugar con esas tensiones porque al final de cuentas una novela es eso: una tensión que tiene que resolverse.
Óscar Alarcón: @metaoscar
Neotraba: @neotraba