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Sarcástica y desacralizadora es la obra de Jorge Ibargüengoitia

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MÉXICO.- Poseedor de un humor sarcástico, en ocasiones siniestro, que empleaba para consignar en sus escritos el acontecer cotidiano y desacralizar la historia de México, el escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia es recordado a 34 años de su fallecimiento, el 27 de noviembre de 1983.

Escritor de teatro, narrativa, ensayo y artículos periodísticos, Ibargüengoitia fue un mordaz crítico de la realidad social y política del país, señalan sus biógrafos.

De su obra, que lo ubica como uno de los autores contemporáneos más importantes en México y América Latina, destaca “Los relámpagos de agosto” (1965), que lo hizo merecedor al Premio Casa de las Américas, de acuerdo con datos de su vida publicados por el portal “www.biografiasyvidas.com”.

Además, dejó un legado de numerosas obras, algunas de ellas llevadas al cine, tal es el caso de “La ley de Herodes y otros cuentos” (1967), la cual fue adaptada y estrenada en la pantalla grande en 1999.

Jorge Ibargüengoitia nació en Guanajuato el 22 de enero de 1928 y a los ocho meses de edad quedó huérfano de padre, por lo que en compañía de su madre regresó al hogar de sus abuelos y tres años más tarde se trasladó a la capital del país.

En la ciudad realizó sus estudios hasta la carrera de Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que abandonaría para ingresar en 1951 a la licenciatura de Arte Dramático en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma casa de estudios.

Tiempo después, en 1954, fue alumno del poeta, dramaturgo y escritor Rodolfo Usigli (1905-1979) en un curso de Teoría y composición dramática, donde presentó su obra “Susana y los jóvenes”.

Fue becario del Centro Mexicano de Escritores entre 1954 y 1956, época en la que también obtuvo una beca de la Fundación Rockefeller para estudiar teatro en Nueva York, Estados Unidos. También fue becario de la Fundación Fairfield, en 1965, y de la Fundación Guggenheim en 1969.

Autor de 16 piezas de teatro, entre las que destacan “Susana y los jóvenes” (1954), “Cleotilde en su casa” (1955) y “El atentado” (1963), ganadora del Premio Casa de las Américas (1963). Sus últimas propuestas escénica son “La conspiración vendida” (1975) y “Los buenos manejos” (1980).

 

En 1955, Ibargüengoitia recibió una beca de Rockefeller para estudiar en la ciudad de Nueva York, y fue profesor de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en la Universidad de las Américas, Puebla. Cinco años más tarde recibió el premio literario de la Ciudad de México.

En 1960, Ibargüengoitia incursionó en el teatro infantil con la obra “La fuga de Nicanor”, estrenada ese mismo año en el teatro del Recreo infantil del Bosque, en Chapultepec.

Un año después inició su trabajo como crítico teatral en la “Revista de la Universidad de México”, el cual abandonó en 1964 debido a una fuerte crítica que realizó contra “Landrú”, de Alfonso Reyes (1889-1959).

Ibargüengoitia escribió “Los relámpagos de agosto”, novela con la que ganó por segunda ocasión el Premio Casa de las Américas, y a la que le siguieron, en 1967, “La Ley de Herodes y otros cuentos” y “Maten al león”, esta última llevada al cine en 1975 por José Estrada (1938-1986).

Sus últimas novelas publicadas fueron “Las muertas” (1977), “Dos crímenes” (1979) y “Los pasos de López” (1982).

Luego de un fallido matrimonio, Jorge Ibargüengoitia se casó por segunda vez con la pintora inglesa Joy Laville (1923), con quien se trasladó a París, Francia, alternando su residencia.

Fue miembro fundador de la revista “Vuelta” (1976) y publicó “Instrucciones para vivir en México”, selección de artículos publicados en el diario “Excélsior” de 1969 a 1976.

La vida del escritor mexicano se conoce poco, pues a pesar de que sus textos son bastos, no existen muchos referentes sobre su vida y viajes, de acuerdo con Cristina Secci en su texto “Rompecabezas: vida y obra de Jorge Ibargüengoitia”, publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

“Los pasos de López” fue su última novela , se publicó en 1982, y en ella nuevamente resalta su capacidad desmitificadora, esa intención satírica de desnudar la realidad, retratando la cotidianidad de la historia.

El dramaturgo murió en Madrid, España, el 27 de noviembre de 1983, en un accidente aéreo, en el que también murieron el crítico uruguayo Ángel Rama (1926-1983) y el narrador y poeta peruano Manuel Scorza (1928-1983).

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