Fotografía: FB/atenea.cruz

Atenea Cruz y los “ecos” de un circo plagado de deseos y consecuencias

En ENTREVISTA Óscar Alarcón

PUEBLA, MÉXICO.- Atenea Cruz (Durango, 1984) acaba de publicar su novela Ecos, en el Fondo Editorial Tierra Adentro (FETA). La autora norteña es incansable. Lo mismo podemos encontrarla presentando el número más reciente de la revista Playboy que dando una charla en la biblioteca de una preparatoria. Atenta a la difusión de la lectura, es una autora preocupada de los escritores de su generación. Tiene un canal en Youtube y coordina un taller literario en Durango, llamado Lettera 32.

—En otros textos se ve al circo de una manera lúdica, sin embargo en tu novela se aprecia una parte del circo que llega a ser dolorosa. ¿Cómo fue que decidiste quitarle esa característica lúdica al circo para hacerlo aparecer de la forma en la que lo hace en Ecos?

Se debe principalmente a que el circo no es un tema central en la novela, sino un espacio en el que ciertas cosas sobre las que me interesaba escribir podían suceder, casi un pretexto (el capítulo 43 habla justo de eso).

Hace unos años fui aprendiz de circo contemporáneo y pude estar en contacto con esta comunidad, el ambiente en el que se desenvuelve me pareció que se prestaba tanto para la magia, como para la decadencia y, dado que la historia de mi novela apuntaba más en esta última dirección, decidí aprovecharlo.

—En cuanto a la forma en la que se cuenta Ecos, en la primera parte, me recordó a Farabeuf de Salvador Elizondo: revivir la misma escena eternamente. Sin embargo, en Farabeuf puede verse como un recurso estilístico y en tu novela es una exigencia al carácter del personaje.

Es interesante esa conexión, pero la verdad es que no tomé a Elizondo como referencia. Construí esa parte de acuerdo con el tono de la novela y su protagonista: obsesivo. Creo que la esencia de un fantasma es la repetición de un momento trágico, en tanto eso, era necesario abordarlo varias veces, desde distintos enfoques que lo fueran enriqueciendo.

—Háblanos sobre la enfermedad y las deformaciones físicas en la novela. Por momentos, quizá para un lector joven, pueda no ser suficiente un labio leporino para hacer lo que Celia hace con su hijo. ¿Es suficiente esta malformación para construir la trama de la novela.

Afirmar que fue sólo la deformidad de su hijo lo que empuja a Celia a la locura sería simplificar el drama del personaje, quiero decir, el problema del bebé es la gota que derrama un vaso colmado de sucesos desastrosos que se van acumulando a lo largo de tres generaciones.

La trama de la novela no es una mujer ahogando a un hijo deforme, sino lo que la llevó ahí, por eso comienza por el final: para que el lector averigüe (y cuestione) qué puede empujar a una madre a actuar de tal modo.

—Siguiendo con la idea de la enfermedad, ¿en dónde hay más territorios para la exploración erótica, en un cuerpo enfermo o en uno sano.

No sabría qué contestar, creo que nunca lo que he pensado, para empezar, ¿a qué llamamos un “cuerpo sano” y a qué uno “enfermo”? No hay organismo humano que funcione a la perfección. El erotismo es un tema que me interesa mucho, pero cada texto va dictando cómo abordarlo.

—Platícanos sobre la numeración de los capítulos, en la primera parte va de atrás hacia adelante y en la segunda parte se invierte. Entendemos que es una forma de contar la historia pero, al ser una historia corta, ¿cómo fue que la novela te exigió ser contada de esa forma.

La numeración de la novela está invertida de principio a fin (al igual que las tres partes o llamadas) porque quería mostrar un acto violento e irlo devanando hasta encontrar sus orígenes. Como cuando vemos una película y después el detrás de las cámaras que muestra el proceso de creación.

No fue escrita en ese orden, experimenté con varias combinaciones en la estructura hasta que encontré la que pensé que funcionaba mejor, el hecho de que sea una historia corta no influyó en esa decisión, sino lo que yo buscaba provocar en el lector: atraparlo con la duda.

—Aunque tienes una obra considerable, ¿a qué se debe que escribes lento? Me refiero a tu proceso de publicación.

Cuando se es más joven suele haber un ansia por publicar que nubla el juicio autocrítico. Es más, creo que tener seis libros publicados a mis 33 años es un exceso, pero ya no hay nada que hacer al respecto, lo que aprendí fue a dejar descansar los textos y trabajarlos con calma.

No me agrada la prisa del mundo editorial de la actualidad. En la literatura, como en la vida, la madurez y la pericia se adquieren con el paso del tiempo.

 

—¿Te agrada la etiqueta Literatura del Norte? ¿Existe tal denominación de origen o es una etiqueta para vender?

Sí me agrada, porque soy norteña. El ser humano se ve determinado en gran medida por el medio ambiente: somos terrenales y la tierra no es igual en todas partes. Recuerdo cuando visité Villahermosa, Tabasco: hasta ese momento comprendí ciertas cosas de la poesía de Pellicer; había una exuberancia en la naturaleza que me resultó apabullante, el calor tan húmedo me desconcertaba.

Uno escribe desde ese universo particular que es la región donde se crió: su lenguaje, su comida, su vegetación, su gente. Ahora bien, si nos echan a varios en ese costal es porque nos unen obsesiones y atmósferas, de las etiquetas deben ocuparse los que hacen cintillos para las editoriales, no el escritor.

Óscar Alarcón: @metaoscar

Neotraba: @neotraba

 

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