Fotografía: Especial

“Caminata a Comala”, proyecto de Luis Felipe Lomelí que describe el “México del futuro”

En ENTREVISTA Óscar Alarcón
  • Las Comalas actuales serían más cercanas a Ciudad Mier, Tamaulipas, o a Allende, Coahuila. También a las poblaciones que están siendo presionadas por las compañías mineras sin intervención de los brazos armados de la “guerra del narco”.

PUEBLA, MÉXICO.- El pasado 16 de mayo se cumplieron 100 años del nacimiento de Juan Rulfo. En los últimos años se han desatado fuertes críticas alrededor de la gente que maneja el marketing del maestro nacido en Sayula, Jalisco.

Pese a las imposiciones, retiros del nombre “Juan Rulfo” de premios y posibles demandas, muchos escritores siguen investigando, creando y re interpretando la obra rulfiana.

Luis Felipe Lomelí (Etzatlán, Jalisco, 1975) creó realizó un proyecto visual y literario titulado “Caminata a Comala”, el cual se realizó en la Semana Santa de 2017.

En entrevista con Oscar Alarcón, Lomelí responde a dicho trabajo.

—Cuando uno entra a la página https://caminatacomala.wordpress.com/ se encuentra con un anuncio de sobra conocido por la gente que del medio literario: los 100 años de Juan Rulfo. Sin embargo nos ofreces un recordatorio: 100 años de la Constitución de 1917. Además de la referencia temporal obvia, ¿cómo percibes que se entrecruzan ambos temas?

—Por la guerra, primero, que duró décadas. 1917 marca el parteaguas: ahí se escribe lo que “será” el México del futuro, lo que se incluye y lo que se excluye. Y eso repercute en el encarnizamiento y prolongación del conflicto en el área de los volcanes (San Gabriel-Sayula-Zapotlán-Comala-Suchitlán…) hasta 1938 con el final de la “segunda Cristiada”.

Ahí crece Rulfo, huérfano a los 7 años, en un área devastada y en su obra se da cuenta de eso. Hoy también hay una guerra.

Por la transformación económica, en segundo lugar. Por un lado la Constitución del 17 propone un nuevo ordenamiento socioeconómico y, hoy día, de dicho sueño queda muy poco: ha sido subvertido por las reformas constitucionales iniciadas por un presidente que también nació en el área de los volcanes, Miguel de la Madrid Hurtado. Y, por otro, me gusta una de las tesis de Cristina Rivera Garza en Había mucha neblina o humo o no sé qué: “Rulfo no evoca el pasado sino que trata de dar cuenta de la transformación del presente en el llamado “milagro mexicano’”. Ahora vivimos otra transformación radical socioeconómica.

Fotografía: Luis Felipe Lomelí

—La llegada a Comala se hace caminando, en esta época en la que tenemos muchos medios de transporte, ¿por qué llegar caminando a Comala después de 62 años de la publicación de Pedro Páramo?

—Por el paisaje. Juan Preciado llega a pie; no a caballo ni en auto (que ya había). Caminando el entorno adquiere otra pausa, se ve mejor. Rulfo caminaba, era alpinista (ahí hay otra veta interesante sobre el ambientalismo en México y sus dos vertientes principales de finales del XIX y mediados del XX: la del manejo forestal de Gifford Pinchot y el jalisciense M. A. de Quevedo –quien prestara su casa a Carranza para redactar parte de la Constitución- y la del conservacionismo de John Muir y Lerdo de Tejada, el alpinismo y la creación de los Parques Nacionales; una zona de los volcanes, el Nevado de Colima, es Área Natural Protegida).

Así, con esa pausa, tratar de mirar lo que hay en el recorrido y preguntarnos por lo que se ve: la naturaleza, el campo agrícola, las construcciones y estructuras tecnológicas (…) Hoy día, a pesar de la alarma del cambio climático, parece que pocos escritores nacionales caminan más allá de su propia ciudad, si acaso.

—Ahora que has ido a Comala caminando, ¿cuáles son las diferencias sustanciales entre aquella Comala literaria y lo que has observado?

—Hay una transformación radical del entorno, como mencioné. Por los cuatro caminos es casi imposible imaginar cómo fue la naturaleza (el bosque de niebla, la selva baja caducifolia).

En la región de El llano en llamas hay una estación experimental de Monsanto. La reforma constitucional al ejido ha ido provocando una gentrificación del campo: barrios de clase alta bardeados y enrejados. Y la promoción turística de Pueblos Mágicos una gentrificación dentro de las comunidades. En ambos casos, por lo general, estas transformaciones son coordinadas por gente de las ciudades en acuerdo con los nuevos caciques locales que ya no buscan “cruzarse de brazos” sino irse, vivir en otro sitio.

Pero hay cosas que permanecen. Las casas de los peones que se ven en Nogueras (la hacienda más cercana a Comala) son muy similares a las nuevas casas Geo, Ara y demás compañías inmobiliarias promovidas desde el sexenio de Fox (quien, curiosamente, usara el estandarte de los olvidados por la Reforma Agraria, los cristeros, en su campaña). También permanece la disparidad de ingreso, en los invernaderos de NatureSweet, al oeste de Comala, el salario difícilmente supera los dos salarios mínimos.

Diferencias: los caciques, los que dictan qué sucede en la comunidad, parecen estar cada vez más lejos, más inalcanzables. También, Comala ahora es un pueblo vivo, una ciudad; no un pueblo devastado por la guerra y cuajado de fantasmas. Aunque si uno pregunta, le cuentan sobre las masacres.

—A pesar de que tu viaje es de ida, ¿qué ocurre con Comala y la migración? ¿Continúa siendo el mejor lugar que te impulsa a irte?

—Las Comalas actuales serían más cercanas a Ciudad Mier, Tamaulipas, o a Allende, Coahuila. También a las poblaciones que están siendo presionadas por las compañías mineras sin intervención de los brazos armados de la “guerra del narco” (aquí habría otra similitud con el porfiriato, producto de las reformas a la constitución del 17). A diferencia de otras regiones agrícolas del país, la región de los volcanes sigue siendo muy productiva, aunque más del lado de Jalisco que del de Colima.

Es decir, no es una región de pueblos-fantasma porque todos se han ido, tampoco al estilo de los “repueblos” norteños que se habitan sólo en una época del año, ni de los pueblos “de mujeres y niños” –como en Michoacán- porque los hombres están trabajando fuera. Pero podría volverse si la guerra se sigue desplazando hacia esta zona.

Fotografía: Luis Felipe Lomelí

—¿De cuántas caminatas estará compuesto tu proyecto y a qué se debe ese número?

—Fueron cuatro, durante Semana Santa. Por los cuatro caminos principales que llegan a Comala (no se sabe por cuál llega Preciado, pero supongo que sería el de Villa de Álvarez o el de La Caja, pues por el de Suchitlán sería por donde “han bajado los indios” y el de Nogueras es, más bien, el camino a la hacienda. Faltó una ruta, a veces empedrada y a veces terracería, que baja del Rancho de Agosto. Pero es más reciente.

—En algún momento hablábamos vía Twitter sobre la creencia de que no existía Comala, incluso en tono de broma mencionabas a Manhattan Transfer, que sería curioso que algún maestro de literatura dijera que la novela no se llevaba a cabo en Manhattan, ¿por qué crees que haya ocurrido esto con Pedro Páramo?

—Por ignorancia y por los discursos oficiales. Aunque creo más en la ignorancia que llena los huecos con prejuicios, que en las teorías de la conspiración.

Así, a críticos y lectores capitalinos les fue fácil decir que Rulfo hablaba del “campesinado indígena”, pues era lo que se figuraban desde sus cubículos, por ejemplo, sin reparar en que en Pedro Páramo se indica cuando sí “han bajado los indios” en separación clara con el resto de habitantes de Comala.

Lo mismo ha sucedido con otros autores como Yáñez. Para la inteligencia nacional capitalina parece que el campo, todo el campo mexicano, está poblado por comunidades indígenas. Por lo tanto, si la Comala real no coincidía con su imaginación –la suya, no la de la novela- seguramente la realidad estaba equivocada.

Por otro lado, pero vinculado a lo anterior, estaba la versión oficial de la historia del país (PRI) y la versión intelectual de la historia del país (la izquierda). Pero en ninguna de las dos figuraban las guerras cristeras del 26 al 38 y, en la zona de los volcanes, la parte más cruenta de la Revolución se dio, precisamente, durante las cristiadas (su historia tardó mucho en llegar a los intelectuales capitalinos, casi hasta Jean Meyer, y sus novelas –como Un fusil sobre la cruz, de Juan Macedo López- les siguen siendo mayormente ajenas).

En la novela se aclara que “Y ya cuando le faltaba poco para morir [a Pedro Páramo] vinieron las guerras esas de los “cristeros”” por lo que, si las guerras duraron 12 años, se podría entonces deducir que el cacique muere durante las guerras y que la devastación y conversión de Comala a pueblo fantasma se da durante éstas.

Así, y esto es una mera hipótesis, ubicar a Comala en una realidad espacial y temporal era (y sigue siendo) problemática para ambos grupos: para el PRI era reconocer unas guerras que habían decidido ignorar y, para los intelectuales de izquierda de la capital, también.

Una guerra que provocó más de medio millón de víctimas entre muertos y desplazados. Mejor decir que no existe, que es algo imaginario, que no hubo pueblos enteros desolados por un conflicto entre los que habían sido beneficiados por la Reforma Agraria y los que no: los cristeros.

Decir que no había un reflejo entre la realidad y la novela era más sencillo. Además, ahí estaba Faulkner. Decir “Comala es nuestra Yoknapatawpha” es más fácil que abrazar el dolor de cientos de miles de personas con una ideología contraria a la suya.

Óscar Alarcón: @metaoscar

Neotraba: @neotraba

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